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TRAMO I: de Puerto Real a Medina Sidonia

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TRAMO I: de Puerto Real a Medina Sidonia

TRAMO I: de Puerto Real a Medina Sidonia

Localidad: Medina Sidonia · Puerto Real

Distancia: Discurre este primer tramo del Corredor por los términos municipales de Puerto Real y Medina Sidonia. Su longitud es de 27.2 kilómetros que se pueden recorrer a pie en unas ocho horas.

Dificultad: Medio

DESCRIPCIÓN

Reúne este tramo unos valores paisajísticos y sensitivos muy notables. Al principio se bordea el saco interior de la Bahía, apreciándose en toda su magnitud las salinas y marismas que configuran el Parque Natural de la Bahía de Cádiz. Discurre luego por un entramado de cañadas flanqueadas de pinos piñoneros que nos acompañará hasta el mismo límite del término de Puerto Real. Este punto es la llave que abre la puerta a un nuevo paisaje, más desarbolado, más solitario, pero tal vez más espectacular por su enorme amplitud y suave modelado: la campiña.

Desde el punto de vista legal, la red de cañadas de estos dos términos está clasificada desde finales de los 50. Estas clasificaciones mantienen en su conjunto el espíritu del Reglamento franquista del año 47 por el que se declararon "innecesarias" casi la mitad de la superficie de cañadas de la provincia. Se mantuvo así el paso para las comunicaciones rurales, y se declararon "sobrantes enajenables" todas aquellas cañadas que habían perdido la función primitiva para el tránsito de ganado, aunque nunca se hizo efectiva esta enajenación, por lo que la totalidad de estos terrenos siguen siendo de titularidad pública.

Comienza el Corredor Verde Dos Bahías en el Centro de Turismo Rural de Puerto Real denominado Reflejo Verde, situado al borde del pinar de las Canteras. Desde aquí tomamos dirección del Complejo de Piscinas Municipales de Puerto Real y nos internamos en un pequeño pinar que hay en la trasera de estas instalaciones. Cruzando la carretera, nos seguimos por la linde que separa una nueva pinaleta, denominada localmente la Pinaleta Derqui, y la finca del Almendral. Caminando unos centenares de metros por el borde de este pinar accedemos a la Cañada Real del Camino de Medina, una de las rutas de los rebaños de la trashumancia a la ciudad de Puerto Real.

Nos encontramos, de inmediato, con una humilde y pequeña barriada, conocida como La Marroquina, junto a la vía del tren. En la bifurcación que se nos presenta tomamos el carril de la izquierda, que es el que da continuidad a la vía pecuaria hasta llegar a un paso que salva, por debajo, la nueva carretera de circunvalación de la ciudad denominada Vía de los Puertos. A partir de aquí la traza del Corredor abandona la Cañada Real de Medina y se interna durante un pequeño trecho por el carril de servicio de la autovía. Pero antes de proseguir la marcha hasta Medina podemos acercarnos durante unos momentos a contemplar la laguna de los Barreros y el Cerro de Ceuta, uno de los enclaves singulares que se sitúan en las inmediaciones de la ruta y que irán llenando de interés todo nuestro recorrido.

Continuando con la ruta a partir del paso subterráneo torcemos, a la derecha, por el carril de servicio de la autovía hasta llegar a la siguiente bifurcación. Aquí encontramos restos de antiguas infraestructuras hidráulicas que sirvieron para el abastecimiento de agua a la ciudad. Poco después del cruce apreciaremos un arranque de acueducto en buen estado de conservación y un poco más atrás, en el carril de la autovía, una torre de aireación de la conducción subterránea. En los Jardines del Porvenir, en Puerto Real, aún puede apreciarse la llamada Caja del Agua, otro de los restos de estas obras que se ejecutaron entre 1778 y 1781 por el maestro/arquitecto Antonio Ruiz Florindo y que permitieron la traída de agua a la ciudad desde los Pozos de Malas Noches, una finca que confrontaremos en nuestra ruta dentro de un par de horas de marcha.

Al llegar al Hospital enlazamos con una nueva vía pecuaria, la Cañada Real del Camino de Medina. Aquí, en el borde externo del hospital más próximo al frente litoral, se encontraba uno de los mejores pozos que servían de abrevadero para el ganado antes de entrar en la ciudad. Nada mas arrancar esta cañada se percibe la alineación de pinos piñoneros que dominan todo este hermoso paisaje. Estamos sobre terrenos del Plioceno, caracterizado por las areniscas rojas y la piedra ostionera, donde podemos encontrar abundantes fósiles. El suelo es arenoso y se encuentra atravesado frecuentemente por las raíces desnudas de los pinos. Las alambradas separan la cañada de varias fincas agrícolas que tienen invadida parte de esta vía pecuaria.

Conforme nos adentramos, la espesura de los árboles se hace más patente. Avanzamos, siempre en dirección este, fijándonos en el cordón de pinos que nos orienta en nuestra marcha. Caminaremos por una intrincada red de pasillos bajo los árboles. Conviene ir atentos porque al poco de la salida ya comenzamos a cruzarnos con otras vías pecuarias de menor importancia. Así nos encontraremos con el Segundo Cordel de Servidumbre -por la derecha- que sigue la dirección de la alambrada. Debemos seguir siempre hacia adelante -dirección este- sin desviarnos de la ruta principal. Durante varios kilómetros avanzaremos a la sombra, con la luz tamizada por las copas de los pinos. Este paisaje es muy hermoso, uno de los mejor conservados de la red de cañadas de Puerto Real, y nos animará a afrontar la marcha con buen ánimo.

Dejamos a la derecha la Dehesa de Villanueva y a la izquierda las tierras de Miramundo y Doña Juana, otrora densos pinares que han sido desforestados paulatinamente, fragmentando así un inmenso pinar continuo que arrancaba en las marismas desecadas del río San Pedro y alcanzaba por el sur hasta el Marquesado y los pinares de Chiclana. Ahora ya son patentes, incluso, las parcelaciones de dudosa legalidad que salpican todo este territorio de vocación forestal y que viene perdiendo su carácter a gran velocidad en los últimos tiempos. En el primer cuarto del siglo pasado había en Puerto Real 2.000 hectáreas de pinares. Ahora, 75 años después, solo quedan unas 500 hectáreas. Es decir, hemos ido perdiendo bosques en razón al 1% cada año, con lo que en 25 años perderemos el resto que nos queda si no invertimos este terrible proceso de deforestación. Esta intrincada red de cañadas supone el último reducto de los pinares antiguos que atravesaban todo el término de este a oeste. De ahí el enorme papel estratégico que estos cordones forestales vienen a cumplir en la actualidad, no sólo porque articulan el territorio y crean distintas tramas de continuidad en el mismo, sino porque suponen un reservorio de biodiversidad tanto florística como faunística de enorme valor ecológico.

Pasaremos junto a algunos caseríos de gentes que viven en la cañada desde hace tiempo. Son construcciones modestas y hay -cuidado- muchos perros. La anchura de la cañada en todo este tramo es muy notable y debe estar de media entre los 50 y 60 metros de anchura, aunque en algunos puntos sobrepasa los 90 metros. Es muy probable que nos crucemos con algunos rebaños de ovejas o cabras, a veces muy numerosos, hasta de varios miles de cabezas. Merece la pena detenernos un rato con los pastores, siempre muy serviciales y -sobre todo- habladores. Ellos conocen las cañadas mejor que nadie y serán nuestra guía en caso de extravío. Muchos llevan todo a cuesta, en transformados carromatos guardan lo necesario para pasar largas temporadas fuera de casa. Debemos ser respetuosos con el ganado, procurando, si llevamos perros, no asustarlo. Huelga decir que las cañadas no son carreteras, aquí el ganado siempre tiene preferencia de paso.

Cuando llegamos al cruce con la Cañada Real del Camino Ancho, tenemos dos opciones, bien seguir recto por la Cañada Real del Camino de Medina o girar a la derecha por el Camino Ancho en dirección a la Chacona. Nosotros recomendamos esta última (el denominado en la cartelería Trazado alternativo) aunque en épocas de crecidas invernales del arroyo del Zurraque, es preferible la primera ruta.

Así pues, describimos primero el trazado por el Zurraque. El cruce con la Cañada Real del Camino Ancho es fácilmente reconocible desde lejos porque se adivina la continuidad de una franja muy importante de pinar que cruza perpendicularmente a la vía que llevamos. Aquí tomamos dirección sur (hacia la derecha) para adentrarnos por la Cañada Real del Camino Ancho y dirigirnos hacia el diseminado rural llamado la Chacona. Este tramo del Camino Ancho es de los que conservan mejor la vegetación. En este frondoso bosque, acompaña a los pinos un denso matorral mediterráneo formado por lentiscos, coscojas, palmitos, jérguenes, espinos negros, aulagas y algunas plantas aromáticas como tomillos y romeros. También hay acebuches, los olivos silvestres, y especies protegidas por su escasez, como los enebros y las camarinas. En este entramado abunda una bonita enredadera, la aristoloquia, llamada también candilillo por la forma de sus flores.

En la Chacona tomaremos la carretera de Malas Noches, hacia la izquierda -que se dirige hacia El Marquesado y Chiclana- y que está construida sobre la Cañada Real de Bornos, de Chiclana o de los Naranjeros. Esta situación es bastante frecuente, ya que las administraciones han usado las propias cañadas para construir sobre ellas carreteras secundarias, ahorrándose así el terreno y las indemnizaciones. Como consecuencia añadida ha ocurrido que muchos propietarios han usurpado casi la totalidad de estas vías pecuarias, dejándolas reducida en bastantes tramos exclusivamente a la carretera.

Podemos ir por la margen izquierda, donde va un carrilete de tierra paralelo a la carretera. Cerca de aquí están los famosos pozos de "Malas Noches" que han abastecido de agua a Puerto Real durante siglos. Este carril nos conducirá directamente al descansadero de la Molineta, ahora reconvertido en campo de fútbol. Justo enfrente se encuentra la Venta Morales, último establecimiento donde podemos abastecernos de agua y comida, pues hasta concluir el itinerario, solo podemos reponer agua en un manantial próximo al Berrueco, que se encuentra a varias horas de este lugar. Aquí confrontamos con una nueva Cañada Real, llamada también del Camino de Medina, aunque a ésta se le añade "por la Pasada de Cádiz". Esta vía pecuaria arranca no lejos de aquí, en el Meadero de la Reina, donde existía una famosa venta (Venta Caída), donde se dice que en 1729 paró la esposa de Felipe V, cuando la comitiva real se dirigía a la ciudad para confirmar sus fueros y otorgarle privilegios.
A partir de la Venta nos adentramos en esta cañada, también muy frondosa y bien conservada, aunque con una espesura excesiva de pinos y frecuentes raíces desnudas que afloran en la superficie del camino dificultando a veces la marcha. Es la última de las cañadas de Puerto Real que recorremos y supone, en las inmediaciones del Zurraque, la mitad del camino a realizar en esta jornada. La Cañada toma rumbo sureste y discurre en varios lugares junto a la Vega del Caño Zurraque que serpentea por estas tierras, erosionando las margas yesíferas del triásico. El bosque de ribera que surge a nuestro paso es también de gran interés, con presencia abundante de álamos blancos.

Hasta llegar al cruce de la cañada con el Caño Zurraque, la vía pecuaria discurre por alineaciones de pinares que terminan por conectar con una masa de pinos densa y bien conservada, que se extiende a la izquierda de la cañada por las tierras de la finca Laguna Seca. Este pinar de naturaleza adehesada, es, con sus más de 200 hectáreas, el más grande todo el término municipal. Comparte los usos forestales, con los ganaderos y ciertos aprovechamientos agrícolas, y alberga en su interior una rica y variada biodiversidad vegetal con presencia de especies protegidas.

Debemos vadear por primera vez el Zurraque. Después de las tormentas invernales el arroyo suele llevar bastante agua. El paso sobre este arroyo se hace difícil y es conveniente usar el trazado por los Llanos de Guerra que describimos más adelante. A partir de aquí el paisaje cambia bruscamente, desapareciendo todo vestigio de arbolado. No por ello tiene menos interés el paisaje, que se pierde en el horizonte sobre un relieve ondulado típico de la campiña. Estamos en terrenos del Triásico, donde dominan las margas abigarradas, de fuertes colores, y los yesos. Una charca sulfurosa nos indica la presencia de estos suelos yesíferos. En la hondonada que hay a continuación se destapa un paisaje espectacular: Los yesos de la Salineta, que bien merecen una visita. Los yesos afloran junto a los paquetes de arcillas, margas y areniscas, modelados por la erosión de las aguas del arroyo de la Salineta, originando bandas de estratos verticales -grises, morados y verdosos- más resistentes a la erosión. En este punto se une el trazado alternativo, aconsejado para las épocas de lluvia, con el que hemos descrito anteriormente.

Cuando las crecidas del Zurraque imposibiliten cruzarlo, es preferible seguir la ruta por los Llanos de Guerra. Esta segunda ruta sigue por la Cañada Real del Camino de Medina, por lo que seguiremos recto en su cruce con CR del Camino Ancho por una ancha senda de pinos. Esto nos permitirá tener una vista casi completa de esta hermosa cañada que nos conduce, entre sombras, hacia las "Tierras de Guerra".
Numerosos pasos se abren entre la ancha banda de pinos, todos ellos realizados por el ganado. De cuando en cuando el terreno se deprime más de un metro debido al constante y cansino hollar de las pezuñas durante siglos de constante trasiego de animales y personas. Esta misma ruta existió con anterioridad a la Mesta y fueron los romanos quienes la establecieron para relacionar los diferentes asentamientos que establecieron en el lugar. Actualmente se puede encontrar restos cerámicos en algunos tramos de la vía pecuaria pertenecientes al esplendor alfarero que tuvo Puerto Real en esa época. Fuera de los pasos, la vegetación arbustiva se hace densa debido a las apretadas formaciones de coscojas y lentiscos, salpicada regularmente de palmitos. Todos ellos magníficos productores de bayas, frutillos y bellotas que sostienen a la fauna silvestre que difícilmente podrían establecerse fuera de estos cordones forestales, ya que todo el entorno ha ido transformándose paulatinamente en favor de cultivos agrícolas y, sobre todo, grandes formaciones de viñedos como las que nos acompañan durante todo el recorrido a la derecha de la cañada. Pronto nos cruzaremos con la Cañada Real de Arcos a San Fernando que se dirige hacia el norte buscando la laguna del Taraje.Nosotros proseguiremos de frente, siempre hacia el este, hasta recorrer los 3.250 metros que nos sitúan en un amplio llano con aspecto de descansadero que se forma al interceptar la cañada con el Cordel Primero de Servidumbre. El llano se franquea con varios bosquetes de pinos, algunos de ellos de gran porte. Aquí desaparece el matorral más desarrollado en favor de abundantes rodales de tomillos y de plantas nitrófilas como la "tagarnina" y otros cardos asociados a la presencia de ganados en la zona. En esta zona se han instalado, al parecer casi definitivamente, unos pastores con un gran rebaño de ovejas. Así, gracias a las antiguas cañadas, la ganadería antaño esencialmente trashumante se hace ogaño prácticamente estante en los dominios y patrimonio de la antigua Mesta. Toda una paradoja de la historia, ya que los pastores que crearon este recurso se convierten con el devenir de los tiempos, en usurpadores de lo que sus ancestros crearon.

La cañada se interna durante varios kilómetros hacia los Llanos de Guerra y su Cortijo, al pie de unos serrezuelas que jalonan todo el horizonte. Nosotros ya no la acompañaremos, pues debemos buscar la senda que nos oriente hasta Medina. Buscaremos en el llano una cancela que nos abre una vereda a la derecha y que nos dirija hacia el sur. Aquí caminaremos sobre el mencionado Cordel Primero de Servidumbre; de sus casi 40 metro de anchura legal actualmente sólo ha sobrevivido una mezquina senda que sirve de divisoria de dos grandes fincas: Laguna Seca por la derecha, y Llanos de Guerra por la izquierda. No hay vegetación alguna. Sin embargo el Llano posee esa rara belleza que a veces tienen los campos cultivados. Se abre a la vista un mosaico extenso de zanahorias, endibias, brócolis y toda una serie de cultivos denominados de esmero, por la alta necesidad de mano de obra que requieren y su elevado precio en el mercado. Todo esto necesita una gran cantidad de agua, pues funciona como una huerta de proporciones gigantescas. El agua se extrae por bombeo del acuífero Puerto Real-Conil, lo que no es una garantía de sostenibilidad ya que este recurso pudiera verse seriamente comprometido si no se ordena su explotación. Durante los casi 3 kilómetros que tiene este tramo de cordel podemos contemplar como se cierra el horizonte al fondo a la izquierda con los Cerros de "La Sierrezuela", "Los Calerones" y "Las Pilillas" que con más de un centenar de metros de elevación ponen el contrapunto al paisaje llano de toda la bahía gaditana. A la derecha, en cambio, se percibe un paisaje de pinar adehesado que constituye la enorme finca de "Laguna Seca", ya mencionado. Aquí también están los famosos pozos de "Malasnoches" que durante más de un siglo han abastecido de agua a Puerto Real. Cruzaremos, casi al final del cordel, el arroyo Zurraque y poco después lo abandonaremos definitivamente para girar a la derecha e incorporarnos a la Cañada del Higuerón. Esta cañada va flanqueando la base del Cerro de "Las Pilillas" y desde aquí, por primera vez desde que salimos, podemos ver el mar. Al fondo, a la derecha, como si de un escaparate se tratara, divisamos de nuevo la Bahía donde sobresalen, las enormes y perpetuas grúas pórtico de Los Astilleros de Puerto Real. Este corto tramo de la Cañada del Higuerón (1.250 metros) nos devuelve de nuevo a la ruta principal, desembocando en la Zona de yesos del Zurraque que los lugareños conocen como "La Salineta", ya descrita. A partir de aquí las dos rutas se unifican.

Durante unos kilómetros el camino se hace ligeramente empinado hasta alcanzar el límite del término municipal. La cañada se convierte aquí en la única banda de vegetación en un entorno totalmente cultivado, cumpliendo con la función de corredor ecológico. Hay escasos árboles, sólo acebuches, pero el matorral es muy denso y rico, lo que permite la vida de conejos, erizos, meloncillos, lagartos ocelados, y multitud de aves, incluidas rapaces como águilas calzadas, aguiluchos cenizos y cernícalos. En este matorral dominan los lentiscos, palmitos, coscojas, matagallos, espinos negros, jaras blancas o ardiviejas, jérguenes, aulagas, sanguinos, jaguarzos, vincas y los olorosos mirtos.

La cañada se interna en tierras de Medina y cambia de nombre, llamándose ahora "Cañada Real del Camino de Cádiz". Debemos tener siempre la precaución de ir tomando, en cada encrucijada, el camino de la derecha, pues de lo contrario tomaremos caminos laterales que se internan en las fincas particulares. Las cancelas que cierran estos caminos nos anunciaran el error y nos obligaran a retroceder. Al terminar la subida, podemos acceder a una pista hacia la derecha que conduce a la laguna de Montellano. Esto nos apartará de la ruta solo un par de kilómetros entre ida y vuelta, que podemos hacer en menos de una hora. La recompensa merece la pena.
Siguiendo la traza del Corredor Verde, descendemos ligeramente hasta alcanzar un llanete junto a un caserío a la izquierda del camino. Este lugar, aunque no tiene sombra, es muy aconsejable para hacer un alto, reponer fuerzas y comer algo para continuar. Por el camino aparecen tierras de pastos de suaves relieves. También, encontramos algunos chozos rústicos que merece la pena observar con atención.

Geológicamente estamos en una zona que podríamos denominar Cerros Margo-Yesíferos de la Campiña, constituidos en un espacio de transición entre los materiales pliocénicos de la campiña litoral y los de la campiña interior, perteneciente ya al complejo del Campo de Gibraltar. Esta orla de cerros alomados se ubica en el Subbético Medio. Sus materiales -preorogénicos- están constituidos principalmente por margas y yesos del Triásico y margas y margocalizas blancas del Cretácico superior, junto a algunos afloramientos de calizas y margocalizas del Jurásico. Se extienden desde las inmediaciones de la Bahía hasta el arranque de la Campiña por las tierras de Medina Sidonia, anexionando incluso, al Cerro del Berrueco. Suponen el cierre paisajístico y visual de la propia bahía gaditana y constituyen en sí mismo un paisaje cuasi desconocido por la ausencia de carreteras que lo recorran. Se integran en sucesivos relieves alomados con pendientes moderadas (20%) en los que se suceden los usos agrícolas y ganaderos de fincas generalmente muy extensas y escasamente habitadas. Una mezcla de sensaciones entre grandeza y soledad nos acompañará durante varias horas. Un paisaje para ser disfrutado en silencio, preferiblemente al entrar la primavera, cuando los cerros verdean, y aquí y allá el paisaje enrojece por la presencia de la zuya (Anthyllis dilenii), que brota armoniosamente, como manchas invasoras entre los pastos verdes.

Llegamos al Cerro del Berrueco que planta su hegemonía sobre todo este vasto territorio. Al fondo se divisa ya Medina, sobre un cerro de calcarenitas con estructura en mesa. En la bajada hacia el Berrueco encontramos otra curiosidad geológica, un afloramiento de ofitas, la única roca magmática de la provincia de Cádiz. En el Berrueco, la cañada vira ligeramente a la izquierda, dejando a la derecha, pendiente abajo, la entrada a la cantera. Este interesante enclave geológico durante años abasteció de materiales para construcción y rellenos a la mayoría de las grandes obras portuarias de la bahía de Cádiz. Hoy se encuentra en desuso, pero aún quedan en pie buena parte de sus instalaciones. Su visita necesitaría un par de horas, pues hay que subir por caminos de fuertes pendientes. En cualquier caso, el esfuerzo merece la pena, pues estamos en un observatorio de privilegio de toda la comarca. Desde aquí se puede contemplar nítidamente Medina Sidonia y también toda la Bahía de Cádiz. Además esta industria extractiva conserva aún buena parte de sus instalaciones, lo que supone un buen ejemplo de arqueología industrial para el visitante. Los aficionados a la botánica disfrutaran enormemente con las numerosas especies de orquídeas que aparecen en primavera en este cerro, destacando una bonita población de Orchis italica, probablemente una de las más meridionales de la Península Ibérica.

La cañada sigue por terrenos ondulados muy erosionados, pero el camino se ha arreglado recientemente permitiendo el paso sin dificultad. Ahora el pequeño trayecto que nos resta para llegar a la carretera Chiclana-Medina se nos hará un poco dificultoso, pues discurre todo pendiente arriba, justo cuando llevamos caminando 20 kilómetros desde la partida de Puerto Real. El acceso a la carretera comarcal nos permite una visual muy próxima ya de nuestro destino. Medina está al alcance de la mano. En una gran rotonda donde parten ramales a Benalup-Vejer, Medina y hacia la autovía Jerez-Los Barrios, el Corredor Verde se bifurca. Si queremos seguir sin parar en Medina, se ha construido un ramal por la derecha de la carretera a A-390 Chiclana de la Frontera - Medina Sidonia, que se dirige a Benalup-Casas Viejas y Vejer. Atravesamos la carretera por un paso inferior y seguimos por una pista paralela a la carretera que termina por subir por el enorme talud que se ha construido para ampliar esta carretera. Recomendable es salvar la rotonda por su izquierda para seguir por la cañada real y, tras una ligera pendiente, tendremos ya a nuestros pies Ventorrillo del Carbón. Hemos llegado. El establecimiento tiene ese gusto especial de los lugares añejos, pues va para dos siglos de existencia. Aquí, al pie de Medina, se vendía el carbón que los lugareños obtenían del monte. Poco a poco se fue transformando en parada de arrieros, bandoleros y contrabandistas, la última parada antes de llegar a la hermosa y dulce Medina Sidonia.

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