Se trata de un problema que viene de lejos y que tiene difícil solución, porque el tráfico marítimo que navega por las aguas internacionales no está sujeto a controles por parte de las autoridades españolas. Aunque existen convenios encargados de organizar la navegación marítima y prevenir vertidos como el MARPOL, lo cierto es que no hay autoridades encargadas de aplicarlos de forma adecuada.
Considerando que Cádiz depende cada vez más del turismo –y, en consecuencia, del buen estado de sus playas–, la contaminación marítima puede afectar seriamente a la economía de la región, sobre todo si se produce un vertido de gran volumen. Sin embargo, no parece haber soluciones viables a corto plazo, más allá de las regulaciones establecidas para controlar el tráfico marítimo que entra y sale de los propios puertos españoles.
La alternativa de los buques eléctricos
La entrada en activo del primer buque de carga eléctrico, el Yara Birkeland, abrió nuevas posibilidades para reducir los riesgos de los vertidos de petróleo en el mar. Este buque nórdico está operativo desde 2021, mide 80 metros de eslora, y es capaz de transportar 120 contenedores TEU. Recorre una distancia de 30 km en cada viaje, y se estima que contribuye a eliminar 1000 toneladas de CO2 en emisiones cada año.
Si bien se trata de un proyecto pionero que solo opera muy pequeña escala, lo cierto es que el Yara Birkeland podría abrirnos las puertas de un futuro donde la mayor parte del tráfico marítimo pase a estar impulsado por energía eléctrica, sin depósitos de combustible que puedan provocar vertidos en nuestras aguas, e incluso sin emitir gases tóxicos a la atmósfera. Muchos de estos gases terminan depositándose en las aguas que bañan nuestras costas.
Una solución difícil de implementar… por ahora
Existen varios problemas para poder comenzar a implementar esta tecnología a gran escala. El primero de ellos es la capacidad de las baterías. Para poder impulsar un buque de largo recorrido, se haría necesario instalar unas baterías de gran volumen y peso en la nave, lo que no es económicamente viable en la actualidad. Ese volumen y ese peso reducen el espacio disponible para el envío de mercancías y disparan el costo del transporte.
El precio de la electricidad ya no es tanto un problema como lo era hace unos años, porque la mayor capacidad de generación desde energías renovables hace que se reduzca de forma considerable el costo de cargar estas baterías. Además, los buques de larga distancia consumen relativamente poca energía en contraste con su peso, y pueden ir equipados con paneles solares que recarguen las baterías parcialmente durante el recorrido.
Las nuevas baterías, a una década de distancia
La tecnología de las baterías está evolucionando muy deprisa. Hace apenas una década parecía impensable que hoy tuviéramos el parqué de vehículos eléctricos que tenemos en España. Y ahora continúan desarrollándose nuevas tecnologías que buscan dejar atrás las baterías de ion-litio para ofrecer alternativas más eficaces basadas en elementos como el sodio. Si estos avances dan sus frutos, podríamos encontrarnos ante un horizonte muy diferente.
Las grandes navieras buscan reducir costos siempre que les es posible para poder mantenerse por delante de la competencia. En cuanto comiencen a producirse buques capaces de transportar mercancías a larga distancia con un menor costo por kilómetro que los buques diésel, seguramente el tráfico marítimo gaditano empezará a experimentar una transformación que traerá una considerable reducción de la contaminación marítima.
Sin embargo, lo cierto es que este momento todavía no ha llegado. Por eso conviene considerar otras medidas a nuestro alcance para reducir la contaminación en las aguas de la región, desde la implementación de mejores sistemas de saneamiento en las ciudades hasta un mayor control de los buques que atracan en nuestros puertos. Se trata de medidas con un alcance muy limitado, pero son mejor que nada.