La enésima revisión del universo del hombre araña es uno de los giros más arriesgados -y acertados- de la Marvel.
Ellos, tan cuidadosos con sus personajes, han tenido el valor de imbuir al arácnido de un refrescante espíritu “teen”, aportando una saludable tendencia desmitificadora.
“Spider-Man: Homecoming” es el definitivo giro que necesitaba la saga tras los síntomas de agotamiento de la de Raimi y los correctos destellos de las protagonizadas por Andrew Garfield. En plena fiebre “Vengadores” desarrollan un estupendo “crossover” para mostrarnos una desinhibida historia en la que el humor tiene una presencia definitiva, pero sin lastrar las esperadas -y espectaculares- escenas de acción que se demandan en este tipo de producciones.
Ante todo, lo más destacable de la cinta se basa en la magnífica aportación de Tom Holland y Michael Keaton. El primero confirma las previsiones y con su simpatía y desparpajo encarna a un héroe humano y frágil, tan preocupado por controlar sus hormonas como por salvar el mundo. Derrocha gracia y carisma… estamos ante una estrella en ciernes.
Lo de Michael Keaton es otro cantar, ya que estamos ante un gran actor al que la industria trató demasiado mal durante años y que, gracias a Iñárritu y su “Birdman”, ha vuelto al lugar que merece. Su villano en este film resulta tan interesante por su impagable aportación al personaje, creándole una dimensión que enriquece el resultado final del film.
Este nuevo episodio del hombre araña dignifica el concepto de “blockbuster” veraniego, un entretenimiento de primer nivel que insufla nuevos bríos a un personaje que necesitaba evolucionar.
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Crítica por Andrés Martín