Un piloto incansable, un espíritu inquieto y un escritor brillante. Así era Antoine de Saint-Exupéry. Un adelantado a su tiempo que llevó su pasión por conocer mundo donde nunca nadie antes había imaginado. Soñó bajo las estrellas del Sahara, se enamoró en Argentina, se exilió en Nueva York y finalmente, durante una misión de guerra, se perdió para siempre con sus pensamientos en las aguas del Mediterráneo. Y es que la del creador de El Principito es una de esas historias que merecen ser contadas.