EXPOSICIONES

"RUINAS, ESTRELLAS, FLORES..." LOURDES MILLÁN

El día 22 de marzo del año 2006, llevada por la atracción que sobre mí ejercen las casas en ruinas y por mera curiosidad, decidí acercarme a una casa de la ciudad que se acababa de derrumbar. Cuando llegué comprobé que en pie solo quedaban dos muros, el resto de la casa había desaparecido. Sin embargo había algo en aquellas dos paredes que llamó mi atención. De lejos no podía apreciar qué eran las pequeñas manchas negras repartidas por toda la superficie así que me acerqué para comprobar de qué se trataba: Eran antiguas fotografías que habían quedado expuestas a la vista tras la retirada de los escombros. Ese día tomé aproximadamente unas 60 fotografías y las archivé en una carpeta de mi ordenador a la que llamé: El castillo de las estrellas.
11 años más tarde, en noviembre de 2017, volví a encontrarme con el archivo El castillo de las estrellas, lo abrí y allí seguían aquellas mujeres que, envueltas en un halo de misterio tal que había tornado su belleza en algo sobrecogedor e inquietante, emergían del olvido y parecían interrogar a mi cámara con sus intensas miradas y sus luminosas sonrisas; de repente me asaltó la idea de que en su impenitente silencio habían estado esperando a que llegara este momento. Si ellas habían estado tantos años en aquella pared olvidadas, el hecho de que yo las hubiera fotografiado antes de su derrumbe total había detenido su tiempo y ahora me daba la impresión de me observaran fijamente tratando de decirme algo. Bastante impresionada por el efecto tan desconcertante que el tiempo y el olvido habían causado en aquellas bellas mujeres abandonadas, decidí imprimir algunas fotos para decorar mi estudio. Compré unos cuadros en una asociación benéfica que ayuda a drogodependientes, los desmonté, los pinté y colgué los dos primeros frente al sofá de mi estudio. El resultado superó con creces lo esperado, así que me lancé a enmarcar todas las fotos que tuvieran cierta calidad. Solo pude salvar 6, por lo que el entretenimiento de ir a comprar cuadros, pintarlos, imprimir las fotos y enmarcarlas se empezaba a terminar.
Pero ¿por qué no podía seguir haciéndolo?, pensé. Así surgió la idea: Buscaría revistas antiguas en tiendas de segunda mano y, en lo posible, construiría mi propio castillo de estrellas. Quería recrear una pared similar pero ahora con fotografías de mi elección. Era finales de enero del presente año cuando recalé en la tienda de antigüedades de la Calle Real, que estaba liquidando existencias ya que era su último día abierto. Pregunté al dueño si tenía revistas viejas a lo que me contestó que tenía ejemplares del interviú y algunos dominicales del ABC de la década de los 70. Me acercó los dominicales y me indicó un rinconcito donde me podía retirar para echarles un vistazo. Supongo que es difícil de creer pero nada más abrir la primera revista, allí me encontré a la primera mujer. Luego vino la segunda, la tercera, y revista que abría, foto que era capaz de reconocer por haberla visto en el muro. Sí, sin buscarlas, aquellas mismas mujeres habían vuelto a mí: Muchas de las fotos de la pared original, las mujeres primigenias, habían sido recortadas, casi 50 años antes, de aquellos dominicales del ABC del año 1970 que yo acababa de encontrar en un tienda a punto de clausurar. Bastante impactada por el descubrimiento, recogí todo el lote de revistas, las pagué, las guardé en mi regazo y, temblando por la calle, regresé corriendo a casa para verlas más detenidamente. Era un hallazgo absolutamente increíble: Buscando fotografías de actrices de los años 60 y 70, había localizado exactamente las mismas fotografías que habían aparecido en el muro que sobrevivió al derrumbe de la casa. Sí, acababa de encontrar los originales, eran ellas de nuevo, eran sus miradas… El destino nos ha vuelto a reunir, parecían decir, ¿qué vas a hacer ahora? Y así fue como sentí que me estaban llamando, que aquella enorme casualidad de que las mismas fotografías aparecieran ante mí en dos momentos tan lejanos en el tiempo, no había acontecido en vano. Yo no podía obviar el hecho de que sin buscarlas, ellas se habían cruzado de nuevo en mi camino. Así sentí como si desde las páginas de la publicación de la cual habían salido aquellos recortes tantos años atrás y cuya pared yo sabía que estaba siendo demolida en aquellos mismos instantes unas calles más arriba, me estuvieran pidiendo que les devolviera la vida, que no permitiera que las máquinas las destruyeran.
Empecé a hacer cuadros a contrarreloj y, consciente de que durante aquellos días la retroexcavadora estaba terminando de derrumbar la pared original, yo veía que en cada cuadro que terminaba volvían a revivir las miradas y a las sonrisas de aquellas bellas mujeres y me hacían sentir que las estaba inmortalizando esta vez ya para siempre.
En una ocasión fotografíe un rincón que me pareció de lo más singular, pero jamás imaginé que tantos años más tarde aquel hallazgo se iba a convertir en el capítulo más curioso, extraño y misterioso de mi vida, una vida que siempre he percibido como rodeada de hechos casuales pero de todos estos hechos, sin duda ninguno se puede igualar en grandeza a este último porque estos cuadros que ahora contempláis parece que me hayan convertido por un instante en una fotógrafa del futuro: Hace 11 años fotografié algo que todavía no había ocurrido porque está ocurriendo en este mismo instante.
Bienvenidos y espero que disfrutéis de este paseo por el castillo de las estrellas, estrellas encontradas entre las ruinas y las flores, como Suzanne, una vez más.