Judy Garland posee una de las biografías más interesantes y sórdidas de la historia de Hollywood. Con semejante material, observamos con desánimo que esta película –con innegable tufillo de telefilm- se queda a medio camino, en una tierra de nadie que una estrella del calibre de la Garland no merecía.
"Judy" ha optado por retratar el final de la tempestuosa vida de la artista, esa época en la que sus facultades ya estaban mermadas a pesar de su juventud. Pero el tono aséptico que el director Rupert Goold imprime a la cinta no ayuda a que el espectador quede impactado por las circunstancias del personaje. Con una correcta utilización del siempre traicionero "flashback", podemos apreciar que quizás hubiese resultado más interesante un "biopic" sobre la juventud del personaje.
Todo en este film resulta sobrio y ajustado, pero tanto academicismo aboca el producto a la frialdad. Sin embargo, para levantar la función y que el film pueda perdurar en nuestra memoria, tenemos a Renée Zellweger.
Tras años a la deriva, de retoques estéticos que borraron de su rostro la chispa que desprendía al comienzo de su carrera, la Zellweger consigue aquí la redención que anhelaba su personaje, simplemente el papel de su vida.
Ella no interpreta a Judy, simplemente es Judy. Su capacidad para interiorizar el personaje resulta asombrosa y digna de aplauso. Resulta paradójico que Renée logre poner a flote una obra irregular, ella que siempre había sido acusada de falta de carisma…
Este film podría haber llegado al corazón del espectador poniendo el dedo en la dolorosa llaga. Sin embargo, opta por entregarse al festival interpretativo de la Zellweger. Gran elección, pero injusta e insuficiente.
Andrés Martín
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